Thursday, October 26, 2006

1907



Espérame frente a las rejas de la escuela: espérame, que sabré volverme sobre el salitre, sobre las fichas de cambio y sobre las muñecas rotas. Háganse espuma, espuma de dolor y espuma de revuelta, ¡Háganse de bríos! ¡Háganse con lo suyo! ¡Háganse de lo suyo! Espérame mil novecientos siete años con un cero incluido, espérame mil novecientos siete mil millones de años donde la vista perdida se nubla de la ceguera enfundada en espadas de oro y vidas de cuero: ¡que ya nos acostumbramos a los látigos, te digo!. Háyanse en su sangre los reflejos de sus mismas caras desgarbadas, sus mismos penes fláccidos, sus mismas manos flacas, las costillas de marfil, los puños de piedra caliza, los aguijados ojos de arroz, las negras manos de carbón, las mismas empresas de marfil, las mismas campañas de oro, las piernas de pesca furtiva, las cañas de bananero y el disparo de bananal. Bien sabe mi cuello que esto se da por completo y que por completo me estoy dando yo. Bien sabe mi sangre que no es más que mi sangre y sangre la suya, que aquí ya no hay miedo. Bien saben mis miedos que aquí estoy, dispuesto a dar todo y nada más que mi sangre. El permiso denegado para cruzar el puente, el fuerte en el pecho, el fuerte en el pecho, el ardor en el puente, la protección del puente, el balazo en el pecho, la trampa tendida, el silencio, el silencio después de la trampa, la trampa mal tendida; mi pierna dentro de la trampa de oso, mi pierna dentro de la trampa destinada a mil novecientos siete osos hambrientos, mil novecientos siete osos gordos que se han tragado ya cuanto han pillado: ¡mira el descaro de los muy peludos!, ¡mira el descaro de los peludos héroes!
El deseo seco, el deseo seco es el que nos mantiene, es el deseo seco el que nos drena de la vitalidad, es ese, el mismo deseo seco, el deseo seco, ES ESE DESEO SECO,
el que nos llena de mil novecientas siete ideas y un cero, una idea dividida
en dos colores bien dispuestos a nuestro favor, mil novecientas siete caras,
mil novecientas siete esperanzas, mil novecientas siete traiciones,
mil novecientos siete respiros, mil novecientas siete clavículas decidoras.

Wednesday, October 25, 2006

Les anarchistes

Las ideas.

Embarazo mis ideas a todas sus anchas
e insemino sus frutos en calderos negros,
mimetiza el ahínco del trote cortavientos
el ojo preciso de hierro que no soy yo
porque yo solo soy el vaivén del macho cabrío violado por una mariposa

yo soy solo polen
yo soy solo polen.



Y te condeno.

Una mancha extensa de fierro a piel y de piel a condena: muere hoy, maldito,
muere hoy
en nuestra mesa y en nuestra cama, ¡muere hoy!
muere hoy, en nuestros labios y nuestras manos.
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Tengo la emoción en la punta de la lengua y seré transparente con ella. Cuando escucho Leo Ferré se produce algo muy extraño, y a ratos ridículo: ¿te ha pasado que hay gente que de sola presencia te cae bien? Bueno, a mi me cae excelente él, y no lo conozco. A penas logro captar el sentido del francés y me emocionan sobremanera las pocas palabras que puedo entender completamente. Es una cosa de piel, en todo sentido de la palabra: la mía se pone tensa, la música se vuelve casi una cosas tactil. Sé que suena ridiculo, pero puedo sentir a este tipo cercano. Quizás son las ideas que le dan sentido a las composiciones, quizás sea la idea, quizás sea el amor inmenso, el bonito, el verdadero, el amor libre y la batalla campal al dolor y al desamor. Leo Ferré, y también Brel y Brassens, han sido el soundtrack de una de las más hermosas etapas de mi vida, amenizada con hermosas gentes, hermosos compañeros y exquisitos vinos.

Mención y tema aparte serán el Carmen Margaux, Terra Andina, Anakena, y por supuesto Misiones de Rengo y el Santa Ema.

Tuesday, October 24, 2006

Los anarquistas y el apocalipsis


Merece por lo menos un minuto de reflexión, e incluso controversia, el gustillo de muchos de nuestros compañeros por erguir y construir un panorama apocalíptico, como escenario de la venidera y latente (casi como redención sagrada) de la revolución social; ciudades en llamas, construcciones en ruinas, paisajes grises y opacos: el cementerio de la civilización. Una destrucción material caótica, apática y nihilista, lejos de toda construcción basada en la destrucción de las representaciones autoritarias y los estatutos opresores de la multiforme vida.

Muy bien, “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”, pero ¿cuál es ese mundo? Yo no quiero un mundo de ruinas: yo no quiero para nadie la condena de pobreza revolucionaria, como la que dictan ciertos anarquistas como verdugos voceros del “pueblo”, tal y como hicieran los jacobinos en su momento. Yo no quiero vivir ni que nadie viva en paupérrimas condiciones de vida, como víctimas del Apocalipsis revolucionario; yo quiero un mundo de los más variados colores, aromas y amores, un mundo de frutos con más sabor y calles, patios, juegos y gentes más fuertes y más hermosas, donde el trabajo se realice para el beneficio individual y colectivo. Yo quiero armonía y paz social.

Volviendo al primer punto expuesto, ¿cuál es el mundo que queremos construir; un mundo de caos o de orden? ¿Es el mundo de los anarquistas una amenaza? ¿Es entonces una venganza? Y si es así, ¿es una construcción basada en el odio?

Fundamental me parece en este momento en el que la playa más cercana se nos presenta quieta y tranquila, y el océano azota con aguas feroces turbias y agitadas, tanto en el escenario social como al interior de nuestro (si puede ser llamado así) movimiento libertario) nos cuestionemos sobre qué construiremos: nuestras opciones y nuestras posturas deben ser claras y honestas. ¿Hemos de construir sobre el amor o el odio? Yo opto por lo primero. Yo elijo la opción anarquista.