Los anarquistas y el apocalipsis
Merece por lo menos un minuto de reflexión, e incluso controversia, el gustillo de muchos de nuestros compañeros por erguir y construir un panorama apocalíptico, como escenario de la venidera y latente (casi como redención sagrada) de la revolución social; ciudades en llamas, construcciones en ruinas, paisajes grises y opacos: el cementerio de la civilización. Una destrucción material caótica, apática y nihilista, lejos de toda construcción basada en la destrucción de las representaciones autoritarias y los estatutos opresores de la multiforme vida.
Muy bien, “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones”, pero ¿cuál es ese mundo? Yo no quiero un mundo de ruinas: yo no quiero para nadie la condena de pobreza revolucionaria, como la que dictan ciertos anarquistas como verdugos voceros del “pueblo”, tal y como hicieran los jacobinos en su momento. Yo no quiero vivir ni que nadie viva en paupérrimas condiciones de vida, como víctimas del Apocalipsis revolucionario; yo quiero un mundo de los más variados colores, aromas y amores, un mundo de frutos con más sabor y calles, patios, juegos y gentes más fuertes y más hermosas, donde el trabajo se realice para el beneficio individual y colectivo. Yo quiero armonía y paz social.
Volviendo al primer punto expuesto, ¿cuál es el mundo que queremos construir; un mundo de caos o de orden? ¿Es el mundo de los anarquistas una amenaza? ¿Es entonces una venganza? Y si es así, ¿es una construcción basada en el odio?
Fundamental me parece en este momento en el que la playa más cercana se nos presenta quieta y tranquila, y el océano azota con aguas feroces turbias y agitadas, tanto en el escenario social como al interior de nuestro (si puede ser llamado así) movimiento libertario) nos cuestionemos sobre qué construiremos: nuestras opciones y nuestras posturas deben ser claras y honestas. ¿Hemos de construir sobre el amor o el odio? Yo opto por lo primero. Yo elijo la opción anarquista.
Volviendo al primer punto expuesto, ¿cuál es el mundo que queremos construir; un mundo de caos o de orden? ¿Es el mundo de los anarquistas una amenaza? ¿Es entonces una venganza? Y si es así, ¿es una construcción basada en el odio?
Fundamental me parece en este momento en el que la playa más cercana se nos presenta quieta y tranquila, y el océano azota con aguas feroces turbias y agitadas, tanto en el escenario social como al interior de nuestro (si puede ser llamado así) movimiento libertario) nos cuestionemos sobre qué construiremos: nuestras opciones y nuestras posturas deben ser claras y honestas. ¿Hemos de construir sobre el amor o el odio? Yo opto por lo primero. Yo elijo la opción anarquista.
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