1907
Espérame frente a las rejas de la escuela: espérame, que sabré volverme sobre el salitre, sobre las fichas de cambio y sobre las muñecas rotas. Háganse espuma, espuma de dolor y espuma de revuelta, ¡Háganse de bríos! ¡Háganse con lo suyo! ¡Háganse de lo suyo! Espérame mil novecientos siete años con un cero incluido, espérame mil novecientos siete mil millones de años donde la vista perdida se nubla de la ceguera enfundada en espadas de oro y vidas de cuero: ¡que ya nos acostumbramos a los látigos, te digo!. Háyanse en su sangre los reflejos de sus mismas caras desgarbadas, sus mismos penes fláccidos, sus mismas manos flacas, las costillas de marfil, los puños de piedra caliza, los aguijados ojos de arroz, las negras manos de carbón, las mismas empresas de marfil, las mismas campañas de oro, las piernas de pesca furtiva, las cañas de bananero y el disparo de bananal. Bien sabe mi cuello que esto se da por completo y que por completo me estoy dando yo. Bien sabe mi sangre que no es más que mi sangre y sangre la suya, que aquí ya no hay miedo. Bien saben mis miedos que aquí estoy, dispuesto a dar todo y nada más que mi sangre. El permiso denegado para cruzar el puente, el fuerte en el pecho, el fuerte en el pecho, el ardor en el puente, la protección del puente, el balazo en el pecho, la trampa tendida, el silencio, el silencio después de la trampa, la trampa mal tendida; mi pierna dentro de la trampa de oso, mi pierna dentro de la trampa destinada a mil novecientos siete osos hambrientos, mil novecientos siete osos gordos que se han tragado ya cuanto han pillado: ¡mira el descaro de los muy peludos!, ¡mira el descaro de los peludos héroes!
el que nos llena de mil novecientas siete ideas y un cero, una idea dividida
en dos colores bien dispuestos a nuestro favor, mil novecientas siete caras,
mil novecientas siete esperanzas, mil novecientas siete traiciones,
mil novecientos siete respiros, mil novecientas siete clavículas decidoras.